El Revolcón de 2020
Recuerdo aquella sensación de “alivio” que sentí cuando finalmente me “escupió” aquel tren de inmensas olas y fuertes corrientes en Ixtapa Zihuatanejo en 1992 después de 15 minutos (que se sintieron como 15 horas) pensando que mi novia (ahora mi esposa), mi primo y yo nos íbamos a morir. Es durante esos primeros 3 minutos de vuelta con los pies en la playa cuando se valoran las cosas simples, como poder respirar, y los incalculables y frívolos lujos como la cerveza bien fría que le iba a pedir al barman en ese momento. A medida que me arrastraba fuera del mar, con arena finamente intercalada entre cada folículo capilar y el traje de baño completamente volteado al-revés, las prioridades de un ingenuo e imberbe preparatoriano, más preocupado por su bronceada figura y el qué dirán, cambiaron de forma radical. Por lo pronto me dediqué a planear las actividades de los siguientes dos días alrededor de la seguridad que ofrecía la alberca del hotel, aqua aerobics incluidos, y en los meses y años siguientes me enfoque en lo importante, en lo valioso y en lo que fortaleciera mis probabilidades de supervivencia.
Salir de 2020 me evocó una serie de sensaciones muy similares a las que sentí en el mar de Ixtapa en 1992, nuevamente poniendo énfasis en lo indispensable y cuidando al máximo los recursos.
Trasladando si fuera posible esta experiencia al contexto económico global tal vez diría lo siguiente: Si bien antes era importante identificar qué actividades económicas podrían generar mayor crecimiento para los países en vías de desarrollo, en 2021 este reto y objetivo debería ser una prioridad para atender con sentido de urgencia para las naciones.
2020 representó la caída más importante en el crecimiento económico mundial desde la segunda guerra mundial, con una caída de -4.4% global, y de -3.3% para el grupo de países en vías de desarrollo. Los países que sustentan sus economías en comercio y turismo (como México), han sido por mucho los más afectados y esperamos una contracción de -9% para nuestro país. En retrospectiva, me parece increíble que hoy extrañe aquellas épocas en las que fui funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo a principios de siglo y se usaba el mote de “Mexican growth rate” en tono de burla para aquellos países que tenían un 3% de crecimiento “mediocre” anual. Si imaginamos que para el caso de México se hablaba de que se tenía que crecer a un ritmo igual o superior al 5% para compensar el crecimiento poblacional y no generar más pobres, pues creo que nos podemos comenzar a imaginar el reto monumental que dos años consecutivos de caída en el PIB sumados a décadas de crecimiento mediocre representan para el país. El impacto de 2020 probablemente lo arrastraremos durante generaciones, no solamente por la acrecentada falta de inversión, sino por el impacto que este año dejará en la educación y el desarrollo humano de nuestra planta productiva.
Ojo, antes de que se “engorilen” mis amigos guerreros verdes y protectores sociales, entiendo perfectamente que el desarrollo económico y el PIB no lo es todo, y que por sí solo no resuelve la pobreza y la desigualdad, pero lo que es innegable, es que, sin desarrollo económico, no se podrán tener los recursos necesarios para atender muchos otros problemas sociales y medioambientales que se han enquistado en el día a día de nuestros países latinoamericanos. Desarrollo económico, equilibrio social y medioambiental forzosamente se tienen que trabajar en conjunto. Necesitamos un enfoque sistémico.
Ahora bien, ¿Cuál es la propuesta? ¿Dónde veo el potencial? Estoy convencido que la solución la tenemos frente a nuestras narices. Me refiero un sector que históricamente ha sido uno de los principales generadores de ingresos de nuestro país, mismo que solo está detrás de otros dos motores de generación de divisas (las remesas y el petróleo), pero que es el único de los primeros tres sobre el cual si pudiéramos ejercer control, y que jamás ha sido verdaderamente prioridad nacional. Me refiero al turismo.
Sin duda el turismo ha sido de los sectores más golpeados este 2020 y que en este año se perdieron muchas empresas y empleos. Sin embargo, el turismo se debe reconstruir mejor y más fuerte. No hay duda de que el apetito del consumidor sigue vigoroso, y que tan pronto las condiciones de salud lo permitan, se verá una reactivación potente. Aprovechemos este receso para evaluar dónde estamos parados y dónde queremos poner los ojos. Venimos arrastrando retos importantes en materia turística, por ejemplo, es urgente elevar la rentabilidad de cada visitante; recordemos que México llegó a ser el 6º país más visitado del planeta, pero al mismo tiempo ocupaba el número 40 en términos de gasto por visitante. Traíamos muchos turistas, pero muy baratos, esta fórmula atenta directamente en contra de los otros objetivos que hemos mencionado, como lo son la protección al medio ambiente y el fomento a la calidad de vida de las poblaciones anfitrionas. Por otro lado, tenemos una descomunal concentración de la visitación en 4 plazas del país, mismas que representan una fracción de menos del 2% de nuestro territorio. Hay otro porcentaje elevado que tiene alto o muy alto potencial en materia turística, es momento de acercar a otros destinos a la cancha de juego.
No estoy diciendo que tengamos que olvidar a Cancún y Los Cabos. Al contrario, tenemos que garantizar que estos destinos florezcan y que nos den pié para poder integrar a muchos más destinos a nuestra oferta turística nacional. Destinos donde se privilegie lo que sabemos busca el consumidor actual; que faciliten el contacto profundo con la naturaleza en grupos pequeños y que propicien un contacto auténtico con las comunidades. De paso, con este objetivo principal, lograremos también fomentar la protección al medio ambiente y a darle valor a nuestro capital cultural.
Tenemos bien documentados estudios realizados por Experiencias Genuinas donde Chiapas, por citar un ejemplo, tiene la oportunidad de generar un crecimiento cercano al 3.5% del PIB estatal a través de una estrategia orientada al sector turismo de aventura y naturaleza, en el que el gasto por persona es 3.5x mas que el promedio del gasto de nuestros visitantes de sol y playa. Y este potencial no es privativo de Chiapas, hay muchos otros estados y regiones dentro de los estados que gozan de un potencial similar. Podemos traer más turistas, pero que gasten mejor, y llevarlos a regiones del país donde la derrama es urgente.
Lo irónico es que, a pesar de la importancia demostrada del turismo como generador de riqueza y empleo, por alguna razón nuestro sector sigue teniendo esta “aura” de ser una industria “de chocolate”, propia de profesionales de segunda, secretarios o ministros que generen notas buenas para sus jefes, cuyo encargo normalmente obedece a compromisos políticos de bajo nivel, y que por consecuencia carecen de presupuesto para poder llevar a cabo alguna gestión decorosa.
Necesitamos romper este paradigma y establecer un nuevo modelo de desarrollo económico basado en el turismo que realmente sea una prioridad nacional. Solo necesitamos un estado o una región que tome la batuta, estamos convencidos que podremos mostrar resultados en el corto plazo, trabajando gobierno, IP y sociedad civil de tal manera que se demuestre la viabilidad de este sector y que el resto de los estados tengan un modelo a seguir. ¡Se buscan candidatos!
Es momento de levantarnos después de la revolcada que nos dio este 2020 y poner foco en lo importante. El turismo tiene que ser parte integral de la estrategia de recuperación de México, de Latinoamérica y de la economía global.
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